Ahmad Reza Ataie: Los “relojes” de los acorazados

Por Gorka L. Martínez Mezo

En las fotografías tomadas entre el final de la Primera Guerra Mundial y los años 30 es frecuente ver la presencia de grandes relojes en los mástiles de los acorazados británicos, norteamericanos o japoneses, habitualmente uno mirando a proa y otro mirando a popa. Esos “relojes” como se puede imaginar el lector, no estaban ahí para dar la hora.

Diversos relojes de alcance y marcas de deflexión en acorazados norteamericanos de entreguerras

Estos dispositivos eran los  llamados “relojes de alcance”, parte del sistema de control de tiro de estos navíos. Los relojes de alcance fueron inventados por la Marina Real Británica (donde eran conocidos como “diales de concentración”) durante la Primera Guerra Mundial para ayudar a sus escuadrones de acorazados a apuntar al mismo objetivo.

Diversos tipo de diales de concentración británicos sacados de un manual contemporáneo

Cuando los Estados Unidos se unieron a la guerra en 1917, la US Navy adoptó el concepto, al igual que hicieron otras armadas con influencia británica como la japonesa.

El acorazado japonés Nagato en su configuración original mostrando un dial de concentración en su mástil de popa

La práctica estándar en la era de los acorazados era que estos entraran en combate en “línea de batalla”, una formación en línea manteniendo unos espacios determinados entre los buques del escuadrón. El buque líder encabezaría la formación e intentaría maniobrar de manera que, idealmente, los barcos siguientes pudieran concentrar el fuego de sus grandes cañones en un objetivo o objetivos enemigos específicos en su propia línea de batalla.

Esta táctica había sido heredada de la era de los grandes navíos de línea, cuando los combates se hacían a corta distancia con todos los buques manteniendo el contacto visual con los navíos propios y los enemigos.

Los navíos norteamericanos USS Pennsylvania (centro, primer plano) y North Carolina (centro, fondo) cromolitografía de 1897, basada en una acuarela del ilustrador marítimo Frederick S. Cozzens.
Colección del capitán Glenn Howell, USN/U.S. Naval Historical Center

Hasta finales del siglo XIX no se planteaba hacer fuego más allá de los 3/4000m de distancia. Sin embargo, el desarrollo de nuevas pólvoras más progresivas permitió el desarrollo de cañones más largos y con mayor alcance. Para aprovechar el alcance de etas nuevas armas era necesario el desarrollo de técnicas de control de tiro como telémetros y miras telescópicas y periscópicas más potentes que permitían abrir fuego a mayores distancias, con los acorazados rusos y japoneses abriendo fuego en Tsushima a mas de 5000m de distancia.


El almirante japonés Tōgō en la cubierta sobre el puente del acorazado the Mikasa rodeado de oficiales y cons dos telémetros. Pintura de
Tōjō Shōtarō

Para 1914 cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, las mejoras en la artillería y los sistemas de control de tiro permitían que los grandes acorazados británicos pudieran hacer fuego de manera realista contra navíos enemigos a distancias de más de 8000m. Las condiciones climatológicas empezaban a jugar un papel de importancia en el control de tiro dado que el clima lluvioso y los frecuentes bancos de niebla del Mar del Norte y el Atlántico complicaba mantener el contacto con los buques enemigos, en este caso los pertenecientes a la Flota Alemana de Alta Mar alemana. Los efectos climatológicos se veían empeorados por el abundante humo generado por las calderas de carbón y los grandes cañones de los acorazados.

El aumento de las distancias se aplicaba también a la que separaba a los buques en línea de fila de cada escuadrón. En las acciones de flota que implicaban a varios buques pesados manteniendo la formación tradicional se comprobó que era bastante difícil que todos los buques en la línea de batalla vieran al enemigo al mismo tiempo, dificultando mantener el orden de fuego (en Jutlandia en varias acciones los buques de la línea británica empeñaron simultáneamente el mismo blanxo dejando buques alemanes operar libremente con catastróficos resultados.

Antes del desarrollo de este sistema, la información era transmitida usando banderas de señales, un sistema laborioso y con el mismo problema, el no verse claramente entre el humo de las calderas, la niebla y la cordita. Aquí las señales empleadas por la Royal Navy

Una de las soluciones estudiadas fue la instalación de grandes diales con números negros que se parecían a las esferas de un reloj en la parte delantera del mástil de proa y en la parte trasera del mástil principal. Al igual que un reloj, había una manecilla corta y una manecilla larga. Se ensayaron diferentes configuraciones de numeración, a veces con números romanos junto con números arábigos, para indicar la distancia en miles y cientos de yardas. Una vez que un buque de la formación encontraba la distancia al objetivo, mostraba la distancia en los diales, visible para el siguiente barco delante y detrás en la línea de batalla. 

Como apoyo, en algunos buques se pintaron marcas, llamadas marcas de deflección, en una torre a proa y otra a popa, indicando el ángulo de la torreta y, por lo tanto, el ángulo con el objetivo. Con los datos de alcance y rumbo del barco que tenían delante o detrás, el ángulo de aus torres y la distancia entre los buques de la formación, los oficiales de artillería de un acorazado podían apuntar a un barco enemigo que no podían ver. Con sus propios relojes pasaban la información al siguiente barco en la línea, lo que permitía que toda la línea de batalla pudiera concentrar el fuego en un enemigo invisible aunque de una forma poco precisa ya que era imposible ver los piques aunque manteniendo la presión sobre la línea enemiga.

En el periodo de entreguerras, la mejora de las comunicaciones por radio hizo que los relojes de alcance y los indicadores de rumbo quedaran obsoletos. En la US Navy las marcas de las torres desaparecieron a lo largo de la década de los 20 y a partir de los años 30 comenzaron a desaparecer los relojes de alcances en los acorazados que iban siendo modernizados.



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